Señor, A Quién Iremos

Tres Formas en que el Señor se Presenta

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Me doy de cuenta que estoy reflexionando a mí mismo, pero me recuerdo de George Burns, el comediante crujiente. Una de sus frases que disfruté fue: “No es que no creo en Dios. ¡Creo! ¡Es que solo me estoy preguntando cuándo va a aparecer! “

¡El Adviento y la Navidad responden a la pregunta de George! ¡Necesitamos escuchar la respuesta, porque a menudo nos sentimos tentados, como George Burns, a preguntarnos dónde está el Señor!

Esta temporada radiante del año muestra las tres formas en que el Señor “aparece” en el mundo y en nuestras vidas.

En pocas palabras, Él se manifestó,

Él se manifiesta,

Él se manifestará.

La próxima semana, el día de Navidad, vamos a recordar con alegría que Dios se presentó, nacido en un pesebre en Belén, anunciada por los ángeles como nuestro Señor, Salvador y Mesías.

Estos días de Adviento aumentan nuestra confianza de que Él vendrá de nuevo, como juez de los vivos y los muertos, al final del tiempo, cuando este mundo termine.

Esas dos venidas de Jesús—en la historia como el recién nacido Salvador es la  primera Navidad; y en majestad en el fin del mundo—son bastante claras y evidentes. Todos sabemos que si Él vino; todos creemos que Él si vendrá.

Nos ponemos confusos cuando llega en Su venida ahora. ¡Él si viene a nosotros ahora mismo! A veces llamamos esta llegada un misterio. Entonces, por su propia naturaleza, puede ser mucho más difícil de detectar.

Así el Adviento y la Navidad nos convocan a la fe y la sensibilidad.

El Señor nos dio un indicio de Su manera preferida para venir a nosotros ahora, en la misma forma en que El llegó hace 2,018 años.

Piensa en ese nacimiento de Jesús. Podría haber llegado con trompetas y tambores, pero El vino de una manera extraordinariamente simple y humilde.

Nacido no en un palacio sino en un retablo,

no a través de una reina terrenal

pero si, en una virgen sumisa de Nazaret,

adorado no por la elite y poderosa

sino por los pastores.

No rodeado de esplendor y cortesanos

pero si, por las vacas, ovejas, y burros.

 

Dios vino a la historia de una manera tan humilde, simple, y rutinaria, tan gentil y tranquilo, siendo El, el mas extrañado.

¡Esa es la forma en que Él aparece ahora! Uno de los errores más grandes que cometemos en nuestra fe es pensar que Jesús viene a nosotros solo con truenos y relámpagos, con drama y talento.

¡No es así! Todavía llega tan suave, inesperadamente y dócilmente como lo hizo El, en la cuna de Belén.

He aquí un ejemplo: la víspera de Navidad del 2002, era difícil para mí en los cuatro primeros meses. Había sido arzobispo de Milwaukee. Hasta el día de hoy aprecio mis siete felices años allí, pero esos primeros meses fueron difíciles.

Me había unido a las personas sin hogar para el almuerzo en esa víspera de Navidad, ayudando a los voluntarios a servir la cena del pavo, luego nos dirigimos a una parroquia muy activa para la Misa de la vigilia de la Nochebuena, sonriendo a las muchas familias unidas por las fiestas.

Luego me dirigí a casa...¡a una casa vacía! En el camino de regreso, pasé por muchas casas decoradas y con familiares y amigos que recibían en la puerta.

Yo no...Tenía seis horas de mas, para la víspera de Navidad, hasta la llegada de la Misa de Medianoche en la Catedral, todo solo por mi mismo.

Hice un emparedado de mantequilla de maní y mermelada, y comencé a sentir pena por mí mismo, ¡preguntándome cuándo iba a “aparecer” el gozo de Jesús!

Bueno, pensé, que sería mejor ir a la capilla para rezar mi Oficio Divino, repasar mi homilía para la Misa de Medianoche,...¡Y para desear al estar con familiares y amigos!

Encendí las luces al arbolito de la capilla, puse un CD de Navidad en la casetera del Bose y comencé mis oraciones.

La cadencia de los salmos, la belleza de las lecturas bíblicas, me calmaron; Noche de Paz tocaba en el CD que desvió mi atención hacia la cuna situada frente al altar. La luz parpadeante del santuario me recordó la Presencia Real de Jesús en el tabernáculo; arrodillado frente a mí estaba la larga lista de nombres, familiares y amigos, a quienes les había prometido un lugar de oración en mi tarjeta de Navidad para ellos.

 

“¡Todo duerme alrededor,

Entre los astros que esparcen su luz!”

El Señor vino a mí entonces, allí mismo! Su presencia, sí, fue gentil y sin pretensiones; como lo fue en Belén.

Timothy, me susurro a mí mismo, ¡no estás solo! Estás en compañía de tu Señor, tu salvador, tu amigo más cercano.

¡Él está aquí hablándote ahora en Su Palabra, en la biblia!

Él está aquí bajo la forma de pan—lo más cotidiano que puedas—¡en la Sagrada Eucaristía!

¡Él está aquí en el recuerdo amoroso de familiares y amigos, parte de sus celebraciones pasadas!

Él está aquí como recordaras a las personas sin hogar que alimentaste antes, y las familias radiantes de gozo que lideraste en la Misa hace unas horas.

Durante los momentos de la víspera de Navidad, estuve con Maria y Jose sosteniendo al bebé, con los pastores admirados por el pequeño Salvador del mundo.

Sí, querido Jesús, confesé mi fe, cuando si regresaste a Belén, y hoy celebramos tu natividad; 

 

Sí, me doy cuenta de que vendrás, el Señor sabe cuándo será (¡literalmente!) y el fin de los tiempos;

Pero, Jesús, tú vienes a mí ahora mismo.

¡Y estoy seguro de que estas agradecido! ¡Porque me sentía solo y metido entre los basureros! ¡Te amo! ¡Te creo! ¡Te necesito! ¡Te deseo!

“¡Alegría al mundo!”

“¡Venid y adoremos!”

¡Oh bendita Navidad!